Diario de Yucatan

El Encuentro gastronómico “Los Hijos Maíz” unirá a Mérida, Popayán y Arequipa.

Con flamboyanes y lluvias de oro enamora a todos

“Les saluda su servidor Felipe Ahumada Vasconcelos en el contexto del proyecto “Miradas en el tiempo” del Patronato Pro Historia Peninsular de Yucatán que tanto bien hace a la cultura de nuestro estado y que ha sido reconocido con la Medalla Yucatán para su presidenta y fundadora Margarita Díaz Rubio”.

“Alguna vez, cuando vivía en la Ciudad de México, entonces D.F., ocurrió que, jugando a la escuelita mi sobrina y su hermanito, la niña preguntó al pequeño ‘¿de dónde sacamos la leche?’ y ella pensando en que la respuesta correcta sería ‘de la vaca’ se sorprendió cuando el niño contestó ‘del refrigerador’.

“No podía pedírsele más a un niño citadino acostumbrado a ver la leche en los anaqueles refrigerados del súper y las frutas y las flores en los coloridos puestos del mercado. Yo fui una clase de niño así, citadino hasta llegar a Mérida.

“A mi llegada a Mérida hace ya casi 46 años, entre otras cosas me maravilló el encendido color de las flores de los flamboyanes y las lluvias de oro alternados en las avenidas de la ciudad que desde entonces me acogió esplendorosa, verde y azul por las mañanas, roja por sus crepúsculos en las tardes y multicolor en los plácidos sueños de sus noches calurosas y húmedas.

“La Luna llena en Mérida es el remanso del alma, la gratitud por cuanto bien se ha recibido en la vida y el faro que ilumina la esperanza de los días por venir, y si tan solo fuera ese disco de plata entre tonos de blanco y gris, con eso bastaría para el gozo místico y estético que hace más eterno el ser eterno que somos cuando nos fusionamos con la naturaleza.

“En la primera casa que habité en Mérida, me despertaba el intenso olor de las guayabas de una mata sembrada a unos pasos, que siempre indiscreta se asomaba por mi ventana; en nuestra pequeña casa de recién matrimoniados, mi esposa y yo cosechábamos guanábanas y mangos del pequeño patio.

“Camino a donde sea, la selva baja esconde flores silvestres perfumadas y exóticas; en cierta época las carreteras son flanqueadas por el tajonal, amarillo horizonte que comparte su miel con las abejas; otras veces la miel sabe a madera y eleva en nuestro paladar y en nuestros labios un canto de gratitud a las meliponias.

“Se cuentan por cientos, por miles, las especies que forman la fauna y la flora en el cielo, en la tierra y en el mar de nuestra amada Península.

“Esta ‘Mirada en el tiempo” abarca todo tiempo, desde la primera flor que brotó en la roca, la primera fruta que sació la sed y el hambre que una mano sutil puso en la boca de los primeros labradores de la tierra.

“Desde entonces y hasta siempre esta mirada abarca un sinfín, un infinito canto a Mérida, a Yucatán, a la Península.

“Esta tierra bendecida por sus árboles, flores y otras delicias”.

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2022-01-14T08:00:00.0000000Z

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