Diario de Yucatan

Los amos del metaverso

ANTONIO SALGADO BORGE (*) [email protected] Antonio Salgado Borge @asalgadoborge

Una fuerza maligna está lista para lanzarse a la conquista del metaverso. Si su intento es exitoso, la vida en ese espacio estaría bajo el yugo de un poder central al que la humanidad, los derechos humanos, el bienestar y la democracia le tienen sin cuidado.

Que lo anterior sea leído como una disparatada ficción revela que ni siquiera hemos empezado a prepararnos para enfrentarnos al asalto que se nos viene.

Y es que no es común hablar del metaverso o de cómo protegerlo. Tampoco hemos puesto en jaque a las fuerzas del mal que, a la vista de todos, se frotan las manos mientras se aprestan a dominarlo. No es trivial entonces intentar hacer más visibles a ambos elementos.

Empecemos por el metaverso. De acuerdo con la agencia Reuters, este concepto puede ser entendido como un mundo virtual compartido donde tierra, edificios, avatares e incluso nombres pueden ser comprados y vendidos usando criptomonedas.

En este espacio personas y sus amigos pueden encontrarse, deambular, visitar edificios, comprar bienes o servicios y acudir a eventos.

Para algunas personas un espacio como el descrito arriba es sólo la evolución natural de la red; una suerte de mezcla entre un explorador de internet y programas de realidades simuladas, como Second Life. Para otras, el metaverso será el “siguiente internet”, pues implica mecanismos de integración radical que la actual red todavía no puede ofrecer.

Para efectos de este análisis, no es necesario zanjar el debate. Lo que importa aquí es que, nos guste o no, el internet dará paso gradualmente a un espacio que cuenta con un potencial mayor de atrapar nuestra atención y de albergar actividades que antes se consideraban exclusivas del mundo offline.

Es fácil entender que las grandes empresas tecnológicas estén planeando cómo formar parte del metaverso. Sin embargo, una empresa en particular parece tener ambiciones más intensas. Recientemente Mark Zuckerberg anunció que quiere que Facebook se convierta en el metaverso. Es decir, Zuckerberg no tiene en mente formar parte del metaverso, sino ser el dueño, y por ende controlar, el metaverso.

Algunos proyectos recientes de Facebook pueden ser identificados como esfuerzos en este sentido. El más reciente es el lanzamiento de unos lentes marca Ray-Ban con los que será posible integrar la experiencia visual con la experiencia en línea. Este dispositivo también permitirá grabar y transmitir audio y video para incorporar a la red la perspectiva de su usuario.

Los lentes de Facebook se suman a su inversión en tecnologías como las de reconocimiento facial, realidad ————— (*) Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo) virtual y mercado online. Y desde luego, a su capacidad de integrarlas en una experiencia que podría incluir también a Instagram y a Whastapp.

Que Facebook se apresta a conquistar el metaverso es un hecho indisputable. Lo que se podría argumentar en todo caso es que esto no tiene algo de malo; es decir, que las consecuencias de que Zuckerberg y compañía lleguen a ser los amos del metaverso no serían particularmente negativas.

Pero Facebook se encarga cotidianamente de acumular evidencias en contra de este argumento.

En los últimos días, “The Wall Street Journal” (WSJ) inauguró una serie de reportajes llamada “Los Archivos de Facebook”. Una de las revelaciones más impactantes contenida en estos archivos es el hecho de que la empresa de Mark Zuckerberg elabora constantes y profundos diagnósticos sobre los impactos negativos que pueden tener sus productos.

En lo que lleva la serie se ha revelado, por ejemplo, que Facebook fue consciente de que la modificación de su algoritmo con el fin de que la gente viera contenido que propiciase “interacciones sociales significativas” terminó generando polarización, división y agresiones. Pero como esta modificación aumentó el uso de su plataforma, Facebook no atajó el problema decididamente.

También se expuso que Facebook sabe a ciencia cierta que Instagram afecta la salud mental de alrededor de 20% de las adolescentes que utilizan esta aplicación, y que ha optado por no hacer algo al respecto.

La serie del WSJ reveló además que la compañía de Mark Zuckerberg conoce que cárteles y traficantes de personas utilizan su plataforma en países en desarrollo, pero que normalmente actúa tardíamente y no hace suficiente para evitarlo.

Finalmente, ahora sabemos que

Facebook tiene un sistema doble de moderación. Por una parte, está la moderación que aplica a casi todas sus usuarias y usuarios. Por la otra, existe un sistema de moderación VIP que sólo aplica a personajes de alto perfil.

El último sistema es mucho más tolerante que el primero, por lo que las personas que Facebook considera “importantes” prácticamente pueden decir lo que quieran sin ser penalizadas. Esto a pesar de que Facebook conoce que estas personas tienen una influencia mucho mayor en la discusión pública.

Las revelaciones del WSJ apenas comienzan. Sin embargo, éstas se suman a las ya conocidas prácticas de recopilar a escondidas la información de sus usuarias y usuarios —incluido el hecho, reportado por Propublica, de que viola la privacidad de quienes usamos Whatsapp—, de malvender esta información a terceros, de permitir la intervención de fuerzas externas en procesos democráticos, de no combatir frontalmente la desinformación y de no eliminar bots o cuentas falsas.

Lo anterior no es cosa del pasado: este es el patrón que Facebook sigue actualmente. No es por ende casualidad que haya quienes afirmen, preocupados, que es cada vez más difícil creer que Facebook es un “bien neto” para la sociedad.

Me parece que el planteamiento de esta preocupación implica un generoso eufemismo: las evidencias con que contamos no solo indican que la compañía de Zuckerberg es no es un “bien neto”; apuntan directamente a que Facebook es un “mal neto” para los seres humanos al operar como lo hace actualmente.

A ello hay que sumar que Facebook ha mostrado que actúa malignamente, pues tiene en sus manos estudios sólidos que demuestran el daño que hace a sus usuarias y usuarios. Sin embargo, estos estudios terminan archivados porque actuar en consecuencia implicaría perder dinero, poder e influencia.

Las revelaciones que hemos revisado nos ponen en posición de ver por qué es preocupante que Facebook esté en camino de convertirse en el amo del metaverso.

Si Mark Zuckerberg y compañía han actuado como lo han hecho y han ocasionado tales daños en una red limitada como la que actualmente utilizamos, es fácil ver que los impactos de su comportamiento serían más trascendentales en un entorno tan integrado, sofisticado y de sumersión como el metaverso que busca dominar.

Es claro que una fuerza maligna se apresta a conquistar el metaverso. También lo es que el costo de que Facebook y Zuckerberg se conviertan en los amos de este espacio implicaría una mayor degradación del pensamiento humano, de nuestros derechos, de nuestro bienestar y de la democracia.

Pero la batalla por el metaverso no está perdida.

Aunque Facebook actúa malignamente cada vez que puede, existe un historial que demuestra que cuando se le imponen candados, penas o restricciones que amenacen sus intereses, Mark Zuckerberg retrocede y modifica para evitar ser desplazado.

A la empresa de este multimillonario también le preocupan, cada vez más, las demandas en su contra, el daño que ha sufrido su imagen y la posibilidad de perder usuarios. Esto significa que, aunque hemos llegado tarde, aún estamos a tiempo de ponerles un alto a quienes sueñan con ser amos del metaverso.

Para ello, es necesario revelar primero la naturaleza de ese espacio y el actuar maligno de quienes quieren dominarlo. Y dimensionar la amenaza que esta combinación representa.— Edimburgo, Reino Unido.

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2021-09-19T07:00:00.0000000Z

2021-09-19T07:00:00.0000000Z

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