Diario de Yucatan

Una dÈcada

Amy sigue rugiendo

El 23 de julio de 2011, la luz de la cantante Amy Winehouse se apagó, a los 27 años de edad, en el clímax de su fugaz carrera artística, pero el legado de sus canciones y el rugido de su voz todavía retumban entre las calles del barrio londinense de Camden una década después.

Amy Jade Winehouse nació en 1983 en el seno de una familia judía del barrio de Southgate (norte de Londres). Aunque su padre era taxista y su madre farmacéutica, gran parte de sus allegados tenían relación con la música jazz. Y la pequeña Amy parecía destinada a extender su legado artístico.

Ella, su guardaespaldas Andrew Morris, y su propia voz saliendo de la computadora. En ese íntimo escenario, Amy Winehouse le dijo a ese hombre, que vivía con ella y también oficiaba de confidente, una frase tierna, frágil, ingenua, tres adjetivos que esta día, a 10 años de su muerte, aún no dejan de describirla

“Me estaba mostrando unos videos de sus shows en su computadora y me miró y me dijo: ‘Querido, realmente puedo cantar’”, compartió Morris sobre su último intercambio con la artista, quien murió en su domicilio de Camden, donde fue encontrada por su guardaespaldas.

Con esa misma ingenuidad hablaba con su madre Janis, quien también contó en una entrevista televisiva qué fue lo último que le dijo su hija antes de fallecer como consecuencia de una intoxicación etílica: “Te quiero mucho, mami”. Esa voz tan potente, tan única, tan extraordinaria y esa confianza a la hora de componer no siempre se traducía en la Amy que se bajaba del escenario, una joven que mantenía una inocencia que la llevó a amar del mismo modo: sin miramientos.

En una ocasión, reconoció su enorme talento, pero también aseguró que la música no era su destino final. “No sé si estoy aquí para cantar sino para formar una familia”, expresó Winehouse acerca de un anhelo que, desafortunadamente, no pudo concretar.

Cuando en 2006 se editó el segundo y último álbum de estudio de Winehouse, Back to Black, el impacto fue monumental. No había nadie como ella. Si bien el disco contiene grandes himnos de ruptura como el tema homónimo, resulta complejo analizarlos de ese modo, cuando uno conoce en profundidad el estado en el que se encontraba Amy al escribir esas canciones. Quizá tengamos que volver a la anécdota de esa joven que se escuchaba a sí misma y podía apreciar esa voz que parecía salida de otra época. Esa joven que miraba el amor a través de un prisma. A veces, nos enseñaba que las lágrimas se secaban solas.

En otros momentos, nos decía que enamorarse era un juego en el que estábamos destinados a perder. Con la llegada “de la última toma”. Del fundido a negro.

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2021-07-23T07:00:00.0000000Z

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