Diario de Yucatan

homilía dominical

PRESBÍTERO MANUEL CEBALLOS GARCÍA

“¡HE VENIDO A TRAER FUEGO!”

En el Antiguo Testamento, el fuego es símbolo de realidades muy diversas. Jesús se refiere a un fuego espiritual, probablemente al Espíritu Santo que enviará para renovar la faz de la tierra o el establecimiento del Reino de Dios.

Pero antes de que esto suceda, antes de que el “fuego” prenda en el mundo, Jesús tiene que ser bautizado; es decir, deberá ser sumergido en un mar de dolores y en la misma muerte. Jesús desea ardientemente ese bautismo para consumar su obra redentora.

Desde el principio de su Evangelio, san Lucas presenta a Jesús como señal de contradicción. No cabe duda que Jesús quiere la paz y no la guerra: su saludo será siempre, y en especial después de su resurrección: “Que la paz sea con ustedes”. Pero su paz no tiene que ver con lo que el mundo entiende por paz porque esa es una falsa paz, asentada sobre compromisos y encubridora de los conflictos reales. Contra esa falsa paz que consolida la injusticia del mundo, Jesús quiere la guerra.

Ante la persona de Jesús y su mensaje, las personas se ven forzadas a tomar posiciones: “El que no está conmigo, está contra mí”. La única opción que tenemos es Jesús.

En conclusión: la decisión por el Reino de Dios no se puede aplazar. Nos invita a tomar entre las manos cosas y afectos para echarlas en el fuego del amor. Porque Jesús entró en la historia no como una persona débil , inofensiva y neutra, sino como una explosión de fuego. El deseo de Jesús es que el fuego del amor logre derretir el hielo de la indiferencia y las incrustaciones del mal. Por eso, la plenitud de la Pascua para san Lucas está en la efusión del Espíritu Santo que transforma a los discípulos actuando en ellos como fuego (Hech 2, 3).

En cuanto a la división que menciona el evangelio, Cristo opuso su espada a la falsa paz de la superficialidad, de la indiferencia y de la trivialidad. Jesús entró en el pueblo de Nazaret y suscitó división y escándalo; anunció paz y amor pero despertó odio en los escribas, en los sacerdotes y en los fariseos; proclamó la posibilidad de pertenecer a la familia de Dios y, al mismo tiempo, hizo reaccionar a sus familiares que lo rechazaron y lo consideraron un loco.

El fuego, el agua, la guerra… Jesús reunió estas imágenes para imponerlas a los discípulos como un signo distintivo. El hilo que une es el de la decisión por el Reino.

Hoy Cristo se coloca con fuerza delante de nosotros. Hay que seguirlo de inmediato, porque perderlo es caer para siempre en el vacío.

RELIGIÓN

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2022-08-14T07:00:00.0000000Z

2022-08-14T07:00:00.0000000Z

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