Diario de Yucatan

Seguridad militarizada

ANTONIO SALGADO BORGE ( * ) [email protected] Antonio Salgado Borge @asalgadoborge

La intención de colocar definitivamente a la Guardia Nacional dentro de la Secretaría de Defensa representa la mayor “vuelta en U” dada hasta ahora por nuestro Presidente.

Durante años, AMLO y algunos de sus colaboradores más cercanos criticaron ferozmente los proyectos militaristas de seguridad pública de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Su oposición al uso del ejército para labores de seguridad pública les convirtió, dentro del sistema de partidos, en la principal barrera de contención contra el peor instinto derechista de esos expresidentes.

Es entonces natural preguntar por qué ahora consideran no problemático el concepto que tan vehemente rechazaron. Y al menos por el momento, desde la Cuarta Transformación no ha surgido una respuesta articulada que justifique esta contradicción evidente.

Que AMLO o sus aliados sostengan puntos de vista incompatibles con los que sostuvieron en el pasado no es en sí mismo negativo. Es un error criticarles, como se ha hecho desde algunas trincheras, aludiendo exclusivamente al hecho de que lo que antes dijeron no coincide con lo que dicen actualmente.

Y lo es, por principio de cuentas, porque su contradicción en este tema ha ocurrido en distintos puntos de una línea temporal. Un plátano no puede ser verde y amarillo al mismo tiempo; pero sí que puede ser verde el lunes y amarillo el viernes.

También es un error criticar a alguien con base en su cambio de posición sobre un asunto determinado. Los seres humanos tenemos el derecho, e incluso la obligación, de cambiar nuestra manera de pensar con base en evidencias.

Que el Presidente o sus aliados hayan cambiado de opinión sobre un asunto determinado no es negativo necesariamente. Lo verdaderamente inaceptable, en términos racionales, es que esto ocurra sin una explicación de por qué algo que antes era considerado problemático ha dejado de serlo. Por ponerlo de otra forma, es de sabios cambiar de opinión; lo que no es de sabios es hacerlo sin reconocerlo o dejar de respaldarlo con argumentos.

Para justificar su proyecto de dejar la seguridad interior en manos militares, la Cuarta Transformación tendría que desarrollar dos líneas de defensa fundamentales.

La primera consiste en responder, pública y convincentemente, a sus propios argumentos en contra de este concepto.

Uno de estos argumentos vino del propio Presidente. En 2010 AMLO dijo que no se debe utilizar al ejército para “suplir las incapacidades de los gobiernos civiles” e instó a que “regresen los soldados a los cuarteles”.

Consideró que esto es problemático porque constituye “una estratega fallida” que “ni siquiera conviene a la misma institución militar”. También aseguró que —————

(*) Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo).

“emplear el ejército en funciones que corresponden a civiles implica militarizar la vida pública de este país”.

Finalmente, relacionó este esquema con las estrategias de los conservadores de los 1800, y dijo que ello atenta contra la posición civilista de Benito Juárez.

Otro argumento digno de tomarse en cuenta fue el planteado por Manuel Bartlett. El actual director de la CFE justificó su oposición a dar al ejército labores policiacas aludiendo a la historia latinoamericana.

Barlett dijo que esto es “una imposición de Estados Unidos” porque su voluntad es “que los ejércitos de América Latina cuiden a sus empresas”.

Manuel Bartlett fue contundente: “nos han colonizado. Han convertido a nuestras honorables fuerzas nacionales en una maquinaria de matar”. Incluso fue más lejos. Con base en lo que ha ocurrido en otros países en nuestro continente, dijo que ello también implicaría ser “reos de las fuerzas armadas”.

Un último argumento que vale la pena revisar aquí es el de Tatiana Clouthier. La oposición de la actual secretaria de Economía se basó en el poder político y electoral que cinco años de funciones policiacas daría a los militares.

“El tener cinco años el mando militar estaría hablando inclusive de poder decir que el mando militar es el que va a terminar determinando quién nos gobernará en los próximos seis años en este país, me niego a poner esto como una antesala”, dijo en su momento.

Aunque Clouthier no habló sobre qué pasaría en caso de extenderse ese mando más de cinco años, es evidente que de ello sólo se sigue que su conclusión debe agravarse.

Los argumentos de AMLO, Bartlett y Clouthier son claros, sólidos y, a mi juicio, convincentes. Con base en estos argumentos, como mínimo desde la Cuarta Transformación tendría que responderse por qué lo que antes se consideró una estrategia fallida hoy se plantea como una solución a nuestra crisis de seguridad.

Se tendría que explicar por qué realizar estas funciones no implica militarizar la vida del país y dañar al ejército. Y qué ha llevado a un gobierno de izquierda a traicionar su “civilismo juarista” y a sumarse al modus operandi de sus enemigos.

También debe responderse por qué dar al ejército funciones policiacas era antes una imposición colonialista para favorecer los intereses de Estados Unidos, pero ahora es un acto soberano enfocado en defender los intereses del pueblo de México.

Por qué lo que se consideró una replica del error que derivó en dictaduras latinoamericanas hoy no implica este riesgo. Y cómo se evitará que ello nos deje como reos en manos de las fuerzas armadas.

A ello se debe sumar una explicación de por qué antes esto implicaba dar al ejército un poder político y electoral que le colocaba en la posición para determinar quién o quiénes gobernarán a los mexicanos durante los próximos años, pero ahora ello no implica el mismo riesgo.

El vacío dejado por la falta de respuestas a estas preguntas obliga a preguntar si hay algo irracional o impresentable detrás del cambio de posición de quienes actualmente nos gobiernan.

La segunda línea de defensa de la Cuarta Transformación pasa por responder a argumentos externos. Estos argumentos están representados en los estándares internacionales y las recomendaciones de organizaciones expertas contravenidos por un proyecto militarista. Un proyecto que deja labores de inteligencia, investigación y proximidad a un cuerpo encapsulado contra controles democráticos o legales.

Desde luego, el hecho de que estas organizaciones y estándares se opongan a usar el ejército para tareas de seguridad interior no hace a la posición de la 4T necesariamente falsa.

Es una opción en el espacio lógico que todos estos organismos, los expertos y las naciones exitosas estén equivocados y que nuestro gobierno esté en lo correcto. También es posible que los países liberales que han seguido sus recomendaciones hayan logrado una seguridad con paz y democracia por mera coincidencia.

Una cosa es cierta: este consenso envía, como mínimo, una señal de alerta. También obliga a nuestro gobierno a explicar, con lujo de detalle, por qué todos los diagnósticos, estudios y políticas construidas con base en décadas de experiencias por personas expertas y defensoras de derechos humanos alrededor del mundo están equivocados y por qué la posición de la 4T es la correcta.

El problema es que la Cuarta Transformación no ha seguido alguna de estas líneas de defensa. Vale la pena ponerlo con todas sus letras: nuestro gobierno y sus aliados ni siquiera han intentado defender racionalmente su proyecto militarista contra la colección de argumentos internos y externos que indican a gritos su improcedencia.

En consecuencia, su proyecto no sólo no puede ser aceptado por las personas que buscan formarse opiniones racionalmente, sino que debe ser rechazado tajantemente como lo que es: un enorme sinsentido que implica para todos los mexicanos un riesgo inminente.— Edimburgo, Reino Unido.

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2022-08-14T07:00:00.0000000Z

2022-08-14T07:00:00.0000000Z

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