Diario de Yucatan

Dan el último adiós a dos jesuitas

Los despiden más de 600 habitantes de la Tarahumara

CEROCAHUI, AP).— Entre cantos religiosos y ritos de los indígenas rarámuris, a los que entregaron sus vidas por décadas, fueron enterrados la tarde de ayer, en el remoto poblado de Cerocahui, los sacerdotes Javier Campos y Joaquín Mora.

Más de 600 habitantes de la sierra de Tarahumara, familiares, religiosos y autoridades de Chihuahua, se dieron cita en el templo de Cerocahui para acompañar los actos fúnebres de los dos sacerdotes, de 79 y 80 años, que desde ahora reposan en una área cercana a la iglesia donde la semana pasada fueron asesinados a balazos, junto a un guía turístico local al que intentaron ayudar cuando huía de un líder criminal de la zona.

Durante una misa, que se extendió por más de una hora, fueron recordadas las labores que cumplieron por décadas los dos jesuitas en las humildes comunidades de la sierra de Tarahumara, y algunas anécdotas como la que se dio durante la celebración de los 50 años del padre Mora, en la que le llenaron el rostro de pastel y él se negó a que se lo retiraran para hacer reír a los niños.

En el último adiós a los religiosos, que comenzó el sábado con una misa en la ciudad de Chihuahua y concluyó ayer en Cerocahui, resonó una frase que resume la crítica, no solo de los jesuitas, sino de toda la Iglesia católica y gran parte de la sociedad mexicana a la estrategia de seguridad del gobierno, que no ha logrado en más de tres años reducir la violencia: “Los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos”.

La pronunció el jesuita Javier Ávila en alusión al lema presidencial que apuesta por luchar contra la inseguridad con “abrazos, no balazos”, durante una misa de cuerpo presente el sábado en la ciudad de Chihuahua, frase que desató los aplausos de los asistentes y dejó sin voz por la emoción al compañero de los asesinados.

Desde ahí los féretros iniciaron la subida a la sierra, con paradas en varias localidades, por unas montañas de carreteras sinuosas, de gran pobreza y marginación y donde la violencia del crimen organizado, que tala estos bosques para plantar amapola y marihuana y utiliza los profundos cañones para operar sin ser visto, no ha hecho más que crecer en los últimos años, según denunciaron las víctimas.

Al llegar a Cerocahui, hombres, mujeres y niños flanqueaban la carretera con globos y banderas blancas, símbolo de una paz que es esquiva en esta sierra.

En los últimos cinco años han asesinado en esta región del estado de Chihuahua —limítrofe con Sonora y Sinaloa— a defensores de derechos humanos, líderes indígenas, ecologistas, a un turista y a una reportera que había publicado numerosos artículos sobre los vínculos de narcotraficantes con políticos locales.

Por eso en los últimos días los jesuitas han denunciado con más fuerza algo que llevan años repitiendo: la “vergonzosa impunidad” que existe no solo en la Tarahumara, sino en todo México, “un país invadido por la violencia”, en palabras del padre Ávila.

ECONOMÍA

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2022-06-28T07:00:00.0000000Z

2022-06-28T07:00:00.0000000Z

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