Diario de Yucatan

Jóvenes y democracia

GUILLERMO FOURNIER RAMOS (*) [email protected] (*) Licenciado en Derecho, maestro en Administración

Con frecuencia se escucha aquella frase que asegura: “la juventud es el futuro de la nación”.

Sin embargo, basta con revisar algunos datos duros para poner esta repetida afirmación en entredicho.

Según el último Censo de Población y Vivienda del Inegi, realizado en 2020, uno de cada cuatro mexicanos se encuentra en el rango de edad entre los 15 y los 29 años. Por tanto, si un número tan significativo de la población representa al sector juvenil, con toda certeza podemos concluir que las acciones que emprenden hoy las y los jóvenes tienen un importante impacto en la vida social, económica, cultural y política del país.

Ahora bien, parece ser que este bono demográfico no se está aprovechando de manera óptima, pues la participación ciudadana de la juventud no se manifiesta con la intensidad esperada.

Al hablar de iniciativa política, lo cierto es que son muchos los jóvenes con intención de aportar su energía y talento, pero quizá son pocas las oportunidades que se les presentan para comenzar a hacer un cambio.

Por otro lado, un grupo relevante de la población juvenil ha experimentado un desencanto frente a la política, lo cual se traduce, en reiteradas ocasiones, en apatía o franco rechazo.

Es paradójico que las nuevas generaciones decidan no mostrar demasiado entusiasmo por involucrarse en los procesos democráticos como consecuencia del deterioro de la imagen hacia la práctica política.

En realidad, la inconformidad, justificada o no, debiera traducirse en un afán incluso mayor por participar de la vida democrática con el propósito de influir positivamente en ella. Acepto que hay una carga de idealismo en este planteamiento, pero la juventud se ha distinguido históricamente por ese anhelo transformador que a veces se confunde con un impulso de rebeldía.

En este sentido, debemos precisar que la democracia no se agota el día de las elecciones al elegir a un candidato a cargo público. Si acaso, este es solo el primer paso dentro del proceso de construcción de una cultura democrática. Valores trascendentales como la libertad, la transparencia y la igualdad también merecen ser elementos asociados con la democracia. Por ello, su existencia y consolidación exigen de la participación de las y los ciudadanos. Sobre todo, los jóvenes deben alzar la mano, ya que nuestra democracia es de reciente instauración y su actual condición demanda de liderazgos decididos para continuar vigente.

La política partidista es una opción que resulta atractiva para algunos jóvenes, aunque es un error común creer que la participación en la vida democrática únicamente se limita a la militancia en partidos políticos.

El civismo y el compromiso ciudadano deben motivarnos a desempeñarnos en nuestra comunidad con vigor e iniciativa para trabajar en favor de la rendición de cuentas, la transparencia y la apertura colaborativa. Solo a través de estas herramientas seremos capaces de fortalecer las instituciones democráticas y obtener un desarrollo social visible.

Las sociedades de los países desarrollados tienden a contar con integrantes interesados en el quehacer público y con conciencia de que su participación en los procesos democráticos es fundamental para garantizar el respeto de las libertades en sentido amplio, así como las buenas prácticas de un gobierno que se sabe con la obligación de atender las necesidades propias de la agenda pública.

Entonces, el papel de los jóvenes consistirá en trabajar con ingenio e idealismo para consolidar la democracia que tanto ha costado construir. La juventud mexicana dispone de enorme talento y espíritu emprendedor, por lo que el futuro está cargado de esperanza. Que el bono demográfico se convierta en un cambio de era con participación ciudadana e instituciones más fortalecidas.— Mérida, Yucatán.

Pagina Editorial

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2021-07-23T07:00:00.0000000Z

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