Amigos aficionados…

Los anuncios recientes que se han dado en torno a la pandemia parecen dejarnos ver un horizonte distinto al de los últimos veinte meses. Eso en prácticamente todo el planeta tauro.

Hoy, por ejemplo, comienza la Feria de San Isidro. No en la Plaza de Las Ventas, sino en el Palacio de Vistalegre, en el barrio de Carabanchel, en Madrid. Será con aforo reducido, en un ruedo techado. Duro el invento porque lo que se busca es tratar de estar lo más posible al aire libre.

Se probó hace dos semanas con mucho éxito en Las Ventas con el festival benéfico, que metió a unos siete mil espectadores, y ha habido interesante número de festejos, además de que otras se preparan, y las figuras parecen salir de sus claustros pandémicos.

Pero se suspendió Sevilla porque no le permitieron mínimo 50 por ciento de aforo para salir menos dañado en lo económico.

En algunos lugares de México se han dado festejos, unos con aforo limitado, otros totalmente a puerta cerrada. Pero la gran mayoría de las actividades siguen bloqueadas en todos lados.

En nuestro Yucatán, todavía se está en el proceso. A puerta cerrada se realizan festivales o tientas, y algunos otros, sin autorización, se siguen celebrando.

Apenas llegaron noticias positivas en cuanto a la reapertura de las actividades deportivas, en las que, en Yucatán, están incluidas las festividades taurinas de todo tipo. Habrá público en el béisbol profesional, pero con restricciones y siguiendo los protocolos que ordena la Secretaría de Salud, ente del gobierno estatal que vigila todo lo relacionado con la pandemia.

He platicado con muchos amigos taurinos sobre esta temática medio escabrosa. Taurinos de ir a la Plaza Mérida, de seguir la fiesta en la televisión y de irse a los pueblos cuando se presenta algo interesante. E igual, taurinos del pueblo, los que mantienen viva la tauromaquia en la que es considerada la entidad más taurina del país.

En la Península de Yucatán, como hemos apuntado, se realizaron en 2018 la cantidad de 2,162 festejos (documentados en el libro “La Fiesta no manifiesta”), y en tantas tardes, acuden millones de personas, en manifestaciones impresionantes de fervor popular alrededor de los emblemáticos tablados y los santos patrones.

Y es allí donde entra la duda: en las plazas “convencionales” (establecidas, de mampostería) puede resultar prudente controlar a las masas y seguir los protocolos que pide Salud. ¿Cómo hacerlo en los pueblos, donde la voz del ciudadano es la que manda y se da, porque lo hemos visto, el “entro porque entro”? Y la cerveza y los licores corren como agua en los océanos.

Las concentraciones se vuelven masivas y, créanme porque lo he vivido desde mi querido pueblo, se sale de control todo. Llenos en los tablados, con niños y adultos volcados en las festividades patronales; ríos humanos entorno a las fiestas, que eso son en realidad: fiestas.

Quiero, porque tengo muchísimos amigos que viven de los toros (toreros, empresarios, ganaderos, palqueros, venteros y más), que la fiesta vuelva, porque sé que se necesita de forma especial por la economía severamente golpeada por esta pandemia. Pero que el regreso se dé cuando se tenga la certeza de que el riesgo sea mínimo. Eso en la Mérida y en nuestros pueblos.

Quizá con las vacunas todo mejore y que pronto más yucatecos hayan sido inmunizados para prevenir. Y que para septiembre esté todo mejor para que en octubre escuchemos parches y timbales anunciando el paseíllo en la Plaza Mérida, pero igual para que podamos volver a las fiestas populares de Yucatán y a otras actividades que le dan vida a la sociedad con la presencia masiva de espectadores.

La pregunta del día: un novillero yucateco toreó en el madrileño Palacio de Vistalegre. ¿Recuerda usted quién fue?

Respuesta a la pregunta de la semana pasada: “Feligrés” se llamó el novillo indultado por “El Juli” en la México. Y así se llama una de sus fincas en España. Como siempre, el jueves temprano la doctora Margarita Erosa respondió correctamente.